lunes, 6 de abril de 2009

Te voy a dar yo a ti crisis





El otro dia me animaba mi amigo David a escribir algo acerca de esta vieja anécdota que a él le resultaba especialmente simpática, de modo que después de un tiempo de inactividad voy a intentar retomar la costumbre de actualizar el blog.



Te voy a dar yo a ti crisis.



Era el año 90, o 91, no voy a perder el tiempo en comprobarlo. Nos fuímos de vacaciones 3 amigos a recorrer Bretaña en mi viejo seat 132. Te voy a dar yo crisis. En aquellos tiempos no me interesaba si había crisis o no, pero recuerdo perfectamente que la elección del mes de Agosto era: o bien comprar una bateria para el coche, o bien irme de vacaciones con el coche y la batería vieja. Ganó la batería vieja.
El seat 132 era un coche excelente. Al menos el mio. Lo mantuve durante un par de años con la misma batería agotada, que permitía arrancarlo si no se quedaba muy frio sin ningún problema. Si estaba demasiado frio bastaba con empujar uno mismo con la puerta abierta, y en cuanto se movía un poco, meterse dentro y meter 2ª...arrancaba siempre sin esfuerzo.
Eso motivó que no terminara de embarcarme en un gasto superfluo como una nueva batería.
El caso es que con el 132 nos marchamos para Bretaña.
La primera anécdota tiene que ver con la batería, de ahí la introducción.
En nuestro afán de exploración vimos en el mapa un lago , el "lac de guerledan" cerca de Mur de bretagne, y allí nos dirigimos. Para llegar al lago había un camino que descendía hasta la orilla, y por allí bajamos con el coche. El lago no tenía ningún atractivo, de modo que nos comimos unos bocatas y nos dispusimos a reemprender la marcha cuando de repente el 132 se negó a arrancar. Era extraño. No estaba frío. A estas alturas os tengo que presentar a mis compañeros de viaje: Julieta, 45 kilos, y Oscar recién operado de un accidente de montañismo y con muletas.
Esta información es importante para esta y la siguiente anécdota. El hecho de que Julieta no tuviera carnet de conducir, y que Oscar llevara un aparato ortopédico de aluminio en la pierna también.
Debido a estos detalles tuvimos algunas dificultades a la hora de empujar el coche cuesta arriba para intentar arrancarlo aprovechando la pendiente, pero tras dos intentos fallidos apareció por allí un coche con matricula de Logroño!!. Que casualidad.
La joven e inexperta pareja que lo conducía se asustó un poco al vernos abordar jubilosos su peugeot 205. Les explicamos lo sucedido y les preguntamos si llevaban pinzas para arrancar. No llevaban y no sabían lo que eran. Sorprendente.
Recordé que llevaba algunos cables en el maletero que hicieron esa función ante el susto injustificable de la pareja que pese a mis explicaciones parecían vivir una pesadilla de raptos, violaciones, y explosiones totalmente delirante.
El coche arrancó, y pese a que la pareja se alejó mas de veinte metros para evitar la onda expansiva que esperaban recibir, no hubo tal.
Que sorprendidos parecían de haber sido testigos de un experimento de alta tecnología como ese, diablos!, habíamos conseguido arrancar un coche haciendo el puente con la batería de otro, el Nobel estaba a nuestro alcance.
Allí dejamos a aquellos linces deseandoles de corazón que su seguro a todo riesgo tuviera cobertura en aquellas latitudes, por que si no iban apañados.
Dias después nos decidimos a visitar el Monte St. Michel. Una verdadera maravilla con el aliciente añadido que le otorga el hecho de que quede completamente sumergido en determinadas fechas. Tras la visita llegamos al aparcamiento y salimos a la estrecha carretera que unía el peñón con la localidad de Pontorson. Pero cuando aún estábamos en las inmediaciones mi pie izquierdo se hundió junto con el pedal del embrague y el coche se quedó parado. ¿Que mierdas habia pasado?. La situación era incómoda, estábamos taponando uno de los dos carriles y no había arcén, ya que la carretera discurre artificialmente elevada sobre el nivel de la playa. Había mucho tráfico, y gran número de autobuses de turismo que podían pasar a duras penas por el hueco que dejábamos.
Conseguimos que unos cuantos conductores nos ayudaran a desplazar el coche 100 metros hasta un lugar en el que había un pequeño ensanche. Y una vez allí me tiré debajo del 132 para, con mis escasos conocimientos de mecánica, evaluar la situación. Algún conductor curioso me sugirió que podía haberse roto el cable del embrague, pero no, la madre que parió a peneque, increíblemente se había roto el pedal , lo cual no había que ser muy listo para comprender que era bastante mas grave.
Tras un rato de risas comentando lo inadecuado del lugar en cuestión, sin arcén, lleno de coches, y con las aguas del mar del Norte amenazando con cubrir nuestro vehículo si no actuábamos con rapidez, sacamos en claro que había que llegar a la civilización o al mundo urbano como fuera.



En aquella época, en la que los iphone no tenían mucha cobertura, se nos ocurrió un plan fantástico para solucionar nuestro problema.
EL PLAN:
¿Cómo podíamos solucionar la situación?. Arrancando el coche a la carrera metiendo 2ª o 3ª marcha a capón y no deteniendonos ante nada.
¿Cuál era el mayor inconveniente?. Yo podía empujar, pero los otros dos no podían conducir. Oscar no podía empujar con su protesis de aluminio. Julieta no tenía fuerza para empujar.
¿Y entonce qué?. Entonces os daréis cuenta de que Mc Guiver es un mero aprendiz:
Yo empujaría el coche, Oscar se sentaría al volante para meter la marcha, y Julieta agachada en el asiento del copiloto aceleraría con la mano, bajo la supervisión de Oscar, lo suficiente para que el coche no se calara y a mi me diera tiempo a meterme en la parte de atras. Una vez conseguido esto, Oscar se deslizaría hacia el lado del copiloto y yo saltaría a la parte de delante para hacerme con los mandos. Luego Julieta saltaría a la parte trasera, y a correr.
Suena complicado pero nos salió a la primera. Los gritos y carcajadas nos acompañaron los primeros kilometros, esto si era de premio Nobel.
Evidentemente habíamos esperado a que hubiera menos tráfico, porque el plan significaba que no podríamos pararnos en ningún atasco o semáforo.
El 132, no me canso de alabarlo, ronroneaba en 3ª mientras nos alejábamos del Monte Saint Michel. Hicimos memoria y recordamos que de camino hacía Fougeres (donde estábamos acampados) había 3 pueblos: Pontorson, Antrain, y Saint Brice en Cogles. Temíamos los semáforos, y estábamos seguros de haber visto un cruce importante en alguno de ellos.
Al llegar al primer semáforo lo ví de lejos en verde y aceleré todo lo que pude. Perfecto. El segundo, al rato, estaba en rojo...en tercera podía conducir a 30 km/h sin problema así es que ralentice todo lo que pude y cuando estábamos a punto de llegar se puso verde. Perfecto.
En Antrain hubo mas problemas. Lo vimos verde de lejos, aceleramos, y cuando aún nos faltaban 50 metros para llegar se puso rojo...ibamos a 90 km/h...de modo que improvisando sacamos una gorra y un mapa por la ventana e hicimos sonar el claxon para justificar que nos ibamos a saltar el semáforo. Era un cruce, y cruzaban coches (así es la vida), de modo que tuve que girar a la derecha para no pararme...afortunadamente vimos una rotonda poco despues y con algo de agresividad conseguimos volver a nuestra ruta.

Los 50 kilometros que nos separaban de Fougeres estaban solucionados...ahora había que entrar en la ciudad y buscar un taller sin pararnos. Imposible.
Conseguimos alargar la agonía entre risas durante 5 minutos, en lo que bautizamos inmediatamente como modo-pacman: avanzas por la ciudad y cambias de dirección sin ningún tipo de esquema dependiendo de si delante hay o no otros coches o semáforos con tal de no parar. La aventura acabo en el semáforo de una calle cuesta arriba, a tan solo 15 metros de la "cima".
En un último alarde de imaginación no dudé en explicarle la situación al conductor que se había quedado detras nuestro, quien amablemente me ayudó a mover el coche esos 15 metros para llegar arriba. De paso le pregunté si sabía de algún taller cercano y por fin tuvimos suerte, solo había que bajar y hacer unos metros en dirección prohibida en una calle que se veía desde arriba, de modo que nos deslizamos calle abajo volví a meter tercera a capón, el coche arrancó, y como no venía nadie por aquella dirección prohibida nos lanzamos por ella y nos metimos hasta dentro del taller con el coche, ante los atónitos ojos de Jean Luc, el mecánico que amablemente, y en solo 2 dias nos fabricó un nuevo pedal de embrague. ¿O creías tu que en Fougeres había recambios para un pedal de embrague de un seat 132?. Te voy a dar yo crisis.








































martes, 3 de febrero de 2009

Las propiedades refrigerantes de la risa.

Cruzar el desierto de Kyzylkum para llegar desde Khiva hasta Bukhara es una obligación, algo inevitable. No hay tren directo entre esas ciudades. Entre un autobus de horario indeterminado y un taxi nos decidimos por lo segundo, al menos saldríamos a una hora fija. Recorrimos la ciudad y varios hoteles buscando la mejor oferta; siempre te dirán que no hay mas gente para compartir el coche, es la manera mas facil que tienen de hacer mas negocio, evidentemente.
Al final en la oficina de turismo nos ofertaron un coche pequeño sin aire acondicionado por 50US$, que era mejor que los 80US$ que nos pedían en el hotel…hecho. Podíamos salir a las 7 de la mañana , y para cuando pegara el sol ya estaríamos llegando a Bukkhara. Eso creíamos.
El conductor llegó puntual, se llamaba Oktir, y tenía una mirada de autentico negociador. Hablaba 3 palabras en ingles, pero era suficiente, arrancamos y a los dos minutos se desvió para recoger a 2 personas mas.
Meeeeeeeec. Error. –le hice entender.
Habíamos pagado por el coche entero, si quería recoger a alguien más dividiríamos el precio, of course!. Pero se hizo el loco. Bueno, hizo que se lo hacía, porque llamó a alguien y me pasó el teléfono: era alguien de la oficina de turismo. Parece que había un malentendido, el precio era compartiendo el coche.
Meeeeeeeec.Error.-le hice entender también a la señorita de fluido inglés.
Tras 2 o 3 llamadas convenimos en que aceptábamos un viajero mas que iría en el asiento del copiloto, ya que no nos molestaba en absoluto.
Oktir continuó hasta Urgench, desde donde salía la carretera a Bukhara. Una pequeña parada para recoger al otro pasajero. Como era de esperar no existía aún ese pasajero, sino que se dedicó a recorrer los alrededores de la estación de autobuses y a discutir con otros taxistas, supongo que para conseguir esos dolares extra que le proporcionaría el nuevo viajante.
45 minutos despues un chaval uzbeko, moderno, con ropa occidental y un maletín se dispuso a acompañarnos.
Y nos dirigimos hacia el cruce del rio Amudaria. Ya solo por disfrutar del paso sobre el antiquisimo puente flotante, donde parece a cada segundo que vas a acabar en el fondo de sus aguas turbias para empaparte de barro y leyenda, merecía la pena el viaje.
Despues el desierto. Mucho desierto. Una carretera recta, no tan mala como cabía esperar, pero paulatinamente invadida por la arena. Precioso. A 120 kilometros por hora, dando de vez en cuando algún que otro salto cuando una rueda cogía el desnivel de la arena invasora. Precioso.
Me pregunté que sentido tenía preocuparse por si la ensalada estaba bien lavada cuando estaba jugándome la vida con un conductor sanguinario que creía que estaba en las 500 millas de Indianápolis. La otra teoría de la relatividad.
A las 11 estábamos en medio del desierto. 51 grados. Manteníamos un silencio sepulcral que intuíamos necesario para no gastar energía y continuar conscientes. Las ventanas cerradas convertían el aire en insano, pero mantenía nuestros organos vitales a salvo de la chicharrera que estaba cayendo.
Le pregunté a Mar si estaba bien, porque la situación empezaba a ser realmente dura. Me dijo que si. Abrí la ventana durante unos segundos y me di cuenta de que era infinitamente peor. Calculamos que faltaban 2 horas mas.
Tras un lapso indeterminado, entre sudor y ensoñación Oktir nos dijo por medio del chaval uzbeko, que hablaba algo mas de inglés, que si pagabamos 5 $ cada uno, pondría el aire acondicionado.
Sonaron mis carcajadas,- ¡Que hijo de puta!-. Nos lo decía cuando estábamos llegando.
-Meeeeeeec.Error. le comuniqué al copiloto.
Si pensaba que a esas alturas iba a doblegarnos no sabía con quien estaba tratando. Ya daba igual. Estábamos haciendo chistes y pensando en explicarle que no eramos alemanes, y que no nos asustaba un poco de calor cuando paró el coche. El copiloto salió y vomitó repetidas veces en la cuneta. Sería el calor. Estos uzbekos no aguantan nada.
Seguimos el viaje sonriendo.
La risa es un buen refrigerador.
PD. la foto, sin que sirva de precedente no es mia. La he tomado prestada de
dónde hay muy buenas fotos de un viaje a Uzbekistán

miércoles, 21 de enero de 2009

Camboya y el uranio enriquecido.





Siempre me ha gustado llevar la contraria, no puedo evitarlo, y basta con que la gente se empeñe en definir algo como inigualable y extraordinario para que me acerque con desconfianza, como si mi natural desapego por la “gente” como ente abstracto y horrible me obligara a constatar cada hecho o lugar previamente ensalzado.
…Y en esas llegamos a Camboya, al aeropuerto de Siem Reap, con la intención de empaparnos durante 3 dias de la magia de Angkor , el conjunto de templos de la dinastia Khmer que salpica una zona sorprendentemente extensa al norte de la ciudad.
Nos alojamos en una casa de huespedes regentada por un americano expatriado, y él mismo nos facilitó un conductor para visitar los templos al dia siguiente. La información escrita nos hacía dudar…¿2 dias serían suficientes para ver Angkor o no?.
Intenté leer todo lo posible al respecto, y pregunté a diestro y siniestro, pero me topé con la inevitable conjura para la caza del viajero. Me explicaré:
Siem Reap es una ciudad pequeña y vulgar, sin practicamente nada que destacar salvo una buena infraestructura para llegar a los templos. Calles llenas de pubs y restaurantes donde los únicos camboyanos son camareros, con espectáculos “tribales” de dudosa autenticidad, pantallas gigantes con retransimisiones deportivas, y coches de policía guardando por la seguridad de los “invitados”. Mercados para turistas, bares para turistas, …una escandalosa falta de vida real.
La visita a Angkor se convierte en el absoluto motor de este pequ
eño circo, de modo que cuantos mas dias dure la visita, mas dias tendremos que aguantar en este “paraiso del ocio”. Y así nos encontraremos “consejos” que hablan de “al menos una semana para entender los templos”, “un mínimo de tres dias a todo correr para ver al menos lo imprescindible”…y cosas por el estilo. La realidad es bien diferente: el conjunto histórico se visita casi forzosamente en tuk-tuk (ya sabéis, esos carromatos de diferente aspecto o ingeniería, dependiendo de zonas y paises, que sirve para transportar pasajeros) y al principio se pacta un precio con el conductor para todo el dia. Creo recordar que eran 12 dólares. Nos apetecía especialmente aprovechar el tiempo, de modo que preguntamos a que hora salía el sol, y quedamos una hora antes, a eso de las 4 de la mañana. Al llegar a las taquillas, un impulso repentino me llevó a no dejarme llevar por el recomendadísimo pase de 2 dias que te da opción al tercero gratis, sino que opté por el de 1 dia. Ya volveríamos al dia siguiente. El conductor parecía contrariado por nuestro cambio de planes, pero aún no entendíamos por que.
De modo que allí estábamos, delante de Angkor wat, en la mas absoluta oscuridad, esperando ver los primeros rayos de luz. En unos minutos apareció mas gente, no demasiada. Fuimos adentrándonos en el recinto, utilizando la luz de la pantalla del movil, con una sensación de tremenda excitación. Y amaneció. No es fácil explicar la grandiosidad de Angkor wat y de algunos de esos templos sin estar allí. La posibilidad de explorar las enormes construcciones con entera libertad, entrando o saliendo por donde mas te pueda apetecer, y la maravillosa soledad que la temprana hora nos brindaba.
Mas tarde,en una revista que había en el tuk-tuk vimos que había marcados 2 recorridos, uno corto y uno largo, pero a nosotros nos interesaba visitar los templos mas carismáticos, de modo que ante su creciente mala cara fuímos adentrandonos en los de Bayon, Ta prohm, Preah Khan…disfrutando del silencio y los majestuosos restos arquitectónicos.
Ya de buena mañana el conductor parecía realmente malhumorado, de modo que intenté comprender cual era su problema, y me lo explicó: el negocio está montado para que cada dia se haga una ruta, de modo que el primer dia se hace la mas corta y el segundo la mas larga, con un pequeño incremento en la “cuota” . Nosotros no nos ateníamos a las reglas ni a sus circuitos, y le estábamos haciendo ir a algunos templos que correspondían a la ruta del dia siguiente. Tuve que ponerme serio y explicarle que habíamos contratado un tuk-tuk para ver Angkor, y no para seguir itinerarios, y que el orden sería el que nos pareciera a nosotros. Aceptó de mala gana, y entonces me dí cuenta de que el problema era evidente: si veíamos los templos mas importantes en un mismo dia, no nos quedaba nada para el siguiente, y él se quedaba sin ruta “larga”…de modo que le pregunté cuanta gasolina le suponía terminar el recorrido a nuestra manera.
-2 dólares mas.
-bien, te daré 5 si alegras esa cara.
Y lo hizo. Cuando nos dimos cuenta eran las 12 de la mañana. Nos habíamos tirado 7 horas recorriendo "wats", ya que los trayectos motorizados entre ellos eran rápidos. Y tras escapar de alguna marabunta de críos que intentaban vendernos sus souvenirs nos paramos a beber algo, y consultando el mapa nos dimos cuenta de que habíamos visto casi todo lo que había
que ver, de modo que continúamos tranquilamente, y cuando nos pareció que ya casi todos los templos secundarios iban siendo demasiado parecidos nos volvimos hacia la ciudad.
Mis conclusiones fueron claras: a ninguna de las partes que componen el negocio le conviene que solo estes un dia viendo los templos, ya que ante la carencia de atractivos de la ciudad te marcharás, de modo que mediante pequeñas triquiñuelas te convencerán de que tienes que estar allí mucho mas tiempo. Si lo tienes lo puedes gastar como quieras, pero a mi me gusta poder decidir, y me mosquea sobremanera que me intenten engañar.
Como nos sobraba un dia, pensamos en acercarnos al “Tonle sap” el enorme lago que se encuentra a pocos kilometros de la ciudad, así es que a la mañana siguiente cogimos un tuk-tuk y hacia allá nos dirigimos, hasta que poco antes de llegar nos encontramos con una barrera y unos militares. Oficina de turismo…ah,vale.
Cual fue mi sorpresa cuando la sonriente señora que vendía los tickets para acceder al lago me dijo:
-15
-15 what?
-15 dólar.
-excuse me,15 dólar 2 people?
-no sir, 15 dólar each person.
Monté en cólera y creo recordar que les llame chorizos e incluso menté a sus madres. Me querían cobrar 15 dólares por el mero hecho de acercarme al lago, luego ya negociaría con un barquero. Hijos de satán!.
Les dije amablemente que se fueran a robar a sierra Morena, y volví al tuk-tuk. Le dije al atónito Mr.Han, el conductor, que era un crétino por no avisarme de que había que pagar 15 dólares por persona (habíamos planificado toda la jornada con él, y en ningún momento había mencionado este pequeño detalle), a lo que me contestó que la última vez que había venido no cobraban. En fin, nos dimos la vuelta.

Volvimos a Siem Reap, y le dije que si había algo que ver por allí. Me ofreció la granja de Cocodrilos, un estanque maloliente con 4 cocodrilos donde también querían sacarme "5 dolars each people". ¿pero que mierda es esta?! Traduje a voces ante el cada vez mas asustado Mr.Han. La verdad es que estaba realmente enfadado, ya sabemos que en los paises pobres la gente quiere tu dinero, pero en este caso el mismo gobierno se dedicaba al pillaje. Recordé, calmándome que en los templos, un par de veces se me habían acercado policías de uniforme intentando venderme sus placas a buen precio. Que duro es a veces confirmar que todo tiene puntos de vista alternativos.
Volvimos al hotel a darnos una ducha y despedimos amablemente a Mr.Han, que solo tenía la culpa de ser un poco incompetente.
Recorrimos la ciudad toda la tarde, y nos salimos del centro. Encontramos la ciudad real, el mercado real con sus olores nauseabundos, la carne infestada de moscas, y la suciedad por doquier, aunque tambien otra manera de ver a la gente, que ya no nos miraba como billetes de dólar, incluso comimos comida camboyana en un restaurante con comensales no-turistas, auténtica a juzgar por las lágrimas que me empezaron a caer cuando de modo excesivamente optimista volqué el cuenquito de chilis en los fideos. ¿para que tantas plantas de enriquecimiento de uranio teniendo esto?.
Era la última tarde en Camboya, y un rato despues paseando por una avenida sucia y poco iluminada de nuevo lloré. No era por la pobreza ni por la belleza de los templos, sino porque se me había quedado un trozo de chili entre las muelas y aún tenía su poder nuclear intacto.

sábado, 10 de enero de 2009

Niños voladores en la India.






Sabal, nuestro conductor en la India nunca se salía del guión. Una de las cosas que mas me incomodaba era el hecho de ver que los restaurantes de carretera en los que parábamos siempre tenían 2 entradas, la de los turistas y la de los guías y conductores. Por mucho que insistimos no hubo manera de convencerle de que preferíamos comer con él. Las normas dicen lo contrario, y saltárselas podría acarrearle problemas.
Pero al llegar a Jaisalmer, junto al desierto de Thar, conseguimos convencerle de ir a cenar juntos, y se animó. De modo que para celebrarlo nos alejamos de las zonas de turistas, y aparcamos en una colina de un barrio de las afueras desde la que se veía un espléndido atardecer.
Sabal bajó del coche y en 1 minuto regresó con cervezas, unas enormes botellas de medio litro suficientemente frias como para hacernos felices. –Yo invito-, dijo. Nos ubicamos cómodamente en los asientos del todoterreno y fuímos dando buena cuenta de la cerveza. A todas estas, la curiosidad de los niños del barrio iba in crescendo,… unos señores de aspecto extraño apostados en un lateral de la plaza, o lo que aquella explanada fuera, bebiendo cerveza. Sabal nos explicó que estaba prohibido beber alcohol en la calle, de modo que desde dentro del coche, con las ventanas abiertas para combatir el fuego ya remitente del cercano desierto, vimos como los niños habían empezado a rodearlo y nos enseñaban sus huesudas manitas por las ventanas gritando palabras incomprensibles en actitud cada vez mas acalorada. Una creciente incomodidad nos sobrevenía. Finalmente Sabal se enfadó y les dio un par de voces no demasiado efectivas. El pequeño tumulto era ya foco de atención de todo el barrio,de modo que ya una veintena de chavales nos rodeaban entre risas. Sabal incluso salió del coche increpándoles cuando sin excesiva violencia los chavales golpeaban la carrocería, aunque sólo tuvo un efecto momentáneo, ya que en medio minuto volvían a rodearnos, cada vez mas ruidosos, metiendo sus manos por el hueco de la ventanilla que nosotros íbamos subiendo cada vez mas.
La situación digna de los hermanos Marx tuvo una continuación bastante simpática cuando Sabal , con un inglés muy limitado, nos consiguió explicar que lo que querían los niños eran los cascos de las cervezas. Apuré el último sorbo de mi botella y la saqué de improvisto por la ventana con un efecto parecido al de los documentales sobre fauna amazónica, cuando algún desdichado animal cae en las aguas infestadas de pirañas. Mi mano resulto ilesa.
El afortunado que se hizo con la botella esprintó con cara de satisfacción hasta el mismo tenducho donde Sabal había comprado las cervezas, dudo de que el mismísimo Usain Bolt le hubiera podido dar caza en tan rauda carrera. En unos segundos salió de nuevo con una sincera sonrisa y una especie de “flas” casero de fresa, algo dulce y helado de color rojo metido en una especie de bolsa que no me atrevo a etiquetar.
La envidia corroía tal vez a sus compinches que miraban alternativamente al coche y al afortunado, pero aún teníamos 5 botellas casi vacías, de modo que fuímos apurándolas y sacándolas por las ventanas en una vorágine de gritos, risas y carreras. Unos volvían con caramelos y chucherías varias, otros con los “flases” de color rojo.
Llamó nuestra atención un niño mas pequeño que los demás, que fué repetidamente incapaz de coger ninguna botella pese a las evidentes trampas y guiños de complicidad que le hicimos, pero así es la ley de la calle, ya tendría tiempo de crecer y ganarse su puesto.
Para acabar de componer la curiosa escena se apróximaron al coche unas cuantas niñas, mas mayores, y mas altas con la intención de vendernos unos collares y colgantes variados que no parecían precisamente oro de 24 kilates.
Mientras nos ofrecían sus mercaderías unas enormes moscas empezaron a meterse en el coche acompañadas de unos pestilentes hedores cuyo origen rápidamente pudimos localizar. Las niñas llevaban en equilibrio sobre la cabeza unos cuencos de mierda de vaca prensada que una vez seca se convertiría en combustible para las estufas de sus familias. La altura de las niñas parecía maléficamente predestinada a dejar los cuencos a la altura de la parte abierta de nuestras ventanillas, de modo que entre toses y risas tuvimos que salir del coche medio intoxicados.
Le compramos a la vendedora mas avezada todo el puñado de baratijas por 2 dólares, que es lo que nos pidió por ellas, a condición de que se llevaran sus otras “mercancías” lo mas lejos posible.
Y nos pusimos a hacerle fotos a los niños, quienes posaban dando patadas de karate, disparando pistolas imaginarias, simulando beber cerveza de la última botella vacía…cuando vieron en la pantalla de la camara digital sus fotos saltaban de alegría…pero pensé que no tenía mucha pinta de poderselas mandar por e-mail, de modo que para despedirnos, intentando que no me vieran, me metí en el tenducho y compré por 2 dólares una enorme bolsa con chucherías variadas que repartimos entre el alborozo general. Esta vez si que hicimos trampa y le dimos al pequeño mas que a los demas.
Ya estábamos despidiéndonos y haciendo las últimas fotos a los que aún no habían tenido su momento cuando una vaca amparada en la ya incipiente oscuridad cabeceó sin miramientos al pequeño y lo mandó 3 metros mas allá. Quizás el pequeño no era tan rápido como los demás, pero había asido las chucherías con la suficiente fuerza como para que no se le cayera ni una…se levantó del suelo, volvió a donde estábamos y sonrió.

miércoles, 7 de enero de 2009

Cataratas en Noruega.

Una de las cosas que mas me molestan cuando viajo es la escasa fiabilidad de las oficinas de información turística, los panfletos informativos de la correspondiente autoridad, e incluso a veces las propias guias que deberían ser ajenas a intereses económicos.
Por ejemplo, en Noruega, maravilloso país en el que abundan por doquier cientos de atracciones paisajísticas, también puedes ser víctima de esas extrañas costumbres que tratan de atraer a los viajeros con argucias poco éticas..
El parque natural Jotunheimen es un lugar paradisíaco, con valles rodeados de montañas, y colores sólo posibles en latitudes similares, un lugar para disfrutar del senderismo, la escalada, o el simple paseo, pero varias fuerzas maléficas se alían para casi obligar al viajero a visitarlo utilizando como reclamo la madre de todas las cataratas del país, la ineludible “Vettisfossen “ con un salto de 275 metros.
Una verdadera pérdida de tiempo para aquel que dispone de poco tiempo, pues a buena marcha necesitarás al menos 1 hora y media para llegar hasta allí desde el parking situado en Hjelle. Y amén de unas buenas rampas y un par de peligrosos descensos, resulta que la maravillosa “Vettis” está semioculta entre la montaña, de modo que solo es accesible cuando no queda rastro de nieve en la zona…y eso puede ser Junio. Aún cuando sea accesible no deja de ser

una catarata bastante vulgar comparada
con otras maravillas como “Latefossen”, “Voringfossen”, o incluso la pequeña “Tvindefossen”, con el agravante de que a cualquiera de estas últimas se accede en coche, e incluso que están a unos pasos de la carretera.
Las cataratas en Noruega son uno de los espéctaculos mas imponentes para aquellos que vivimos en socarrales como Madrid, por eso a veces nos dejamos cegar por las cifras de altura y queremos ver mas y mas, pero hay tantas por allí que iras perdiendo el interés, de modo que céntrate en las que estén mas a mano, y piensa que dependiendo de la época del año llevarán mas o menos agua, lo que sin duda influirá en su belleza.
Ni que decir tiene que si tu viaje te permite saborear tranquilamente todo lo que te apetezca, el “Jotunheimen” alberga infinidad de pequeños placeres, pero en caso contrario no te desplaces hasta un lugar tan alejado de las rutas principales por la inmerecida fama de la catarata en cuestión.
Personalmente os recomiendo las 3 cataratas anteriormente citadas.
-“Latefossen” en plena nacional 13 muy cerca de Odda.
-“Voringfossen” de camino entre Oslo y Bergen, antes de llegar al ferry de Brimnes
-“Tvindefossen” justo al salir de Voss hacia el norte.

Y como no hay mal que por bien no venga, después de sentirte engañado en esos parajes te puedes resarcir si te encuentras una carretera como esta en el tramo Ovre Ardal-Tyin,. Impresionante.

lunes, 5 de enero de 2009

Los abusones. El pais que nunca visitaré.


A lo largo de la historia, el ser humano tanto en sus múltiples asociaciones como en solitario, ha dado inequivocas muestras de su barbarismo. La historia mas reciente nos ha dejado bien claro que era Adolf Hitler el mas malo de todos los villanos, el mal personificado. No obstante a dia de hoy, los vergonzosamente manipulados “mass media” bombardean a diario su veneno intentando (y consiguiendo en la mayoría de los casos) adormilar o domar nuestra capacidad de análisis. ¿Quién puede dudar que los villanos hoy en dia son Castro, Chavez, Ahmadineyad y Corea del Norte- toda entera porque no hace falta ni personificar-?
Sin embargo todas estas opiniones pueden ser rebatidas con 5 minutos de información veraz, o sencillamente ignoradas, del sujeto anónimo depende tomar alguna opción inteligente.
¿Cuantas muertes se le podrían imputar a George.W.Bush?, ¿y a Ariel Sharon?, ¿Qué me decís de Julio Cesar o Genghis Khan ?.
¿Por qué unos malos son mas malos que otros?
Si ya te está haciendo cosquillas el recto no te preocupes que no me vas a leer justificando a nadie.

Esta introducción me da pié a comentar, pese a la dificultad que entraña hablar de estos temas, algunas de las cosas que están pasando en Gaza, un lugar del que solo se puede hablar con hechos, una tierra ocupada ilegalmente por el estado israelí y sus colonos contraviniendo las disposiciones de la ONU.
Está de mas opinar desde la distancia sobre quien es mas bárbaro o quien tiene mas razón. Sólo hay una verdad irrefutable, y es que unos llegaron y echaron a otros violando todas y cada una de las resoluciones y pactos que prohiben asentar población propia en territorios “conquistados” por las armas. Todo lo demás es consecuencia de ello.

Un dia 11 de marzo vivimos por estos lares las consecuencias del terror. Para colmo quisieron engañarnos y la gente dijo basta. Incluso en EE.UU, lugar en el que ya dudábamos que existiera vida inteligente, han dicho basta. Pero hoy igual que ayer no veo ningún movimiento, ningún signo de que los israelís (con todo el peligro que supone generalizar) esten verdaderamente preocupados por la actitud de cualquiera de sus consecutivos gobiernos.
Y me parece grave.

Según mi opinion, todas y cada una de las religiones del mundo no llevan mas que a la ignorancia y la sumisión, pero también es cierto que no puedo medir igual a unos ricos-mimados-consentidos-tarados que a unos pobres- vapuleados-estigmatizados- igual de tarados.
De momento solo se a que país no quiero ir nunca. Al de los abusones.

jueves, 1 de enero de 2009

Extraterrestres camuflados. el "Vappu". Helsinki.


Llegué a Helsinki en ferry desde Tallín. Un viaje corto y agradable por el báltico. Al aproximarme al puerto me sorprendió a lo lejos algo que no terminaba de comprender: una especie de península llena de arboles donde parecían agolparse miles de personas. Como era 1 de mayo pensé que podría haber alguna celebración, concierto, fiesta sindical o similar que valdría la pena visitar. De modo que tras arribar, me dirigí a un albergue cercano al propio puerto, y una vez acomodado en una espartana habitación pregunté acerca del evento que se desarrollaba en aquel boscoso apéndice.
El personal del albergue no parecía muy entusiasmado con aquello, y me aclararon que se trataba simplemente del “Vappu”, una especie de fiesta de la primavera que consistía en que todos los universitarios se vestían con monos de trabajo de colorines (dependiendo de su facultad), y bebían hasta quedar inconscientes en un gran parque. Sin concierto, y sin mas excusas.
Podría ser interesante echar un vistazo por allí, así es que tras una primera inspección de la zona me dirigí al parque “Kaivopuisto” que era el lugar en el que se reunían los jovenzuelos de los monos. De camino me quedé impresionado con las mareas humanas que disfrazadas con horribles monos iban y venían por la ciudad. Monos azules, rojos, violetas, rosas,…llenos de parches con publicidad (con la que parece ser que se costean parte del catering), y con referencias a su experiencia en anteriores ediciones. Y muchos de ellos con unas gorras blancas de marinerito que me desconcertaron.
En una parada para comer algo comprobé que también mucha gente mayor llevaba esas gorras, de modo que aproveché para preguntar a una amable señora que me explicó que era la gorra que les dan a todos y cada uno de los que se licencian en la universidad. De modo que allí todo cristo iba luciendo su gorrita mientras trasegaba litros de cerveza con claras muestras de felicidad.
La jarra de cerveza a 6 euros de hace 3 o 4 años era un precio mucho mas coercitivo que cualquier campaña de la DGT de modo que opté por la vieja solución de buscar un supermercado. No éra el único…según me acercaba al parque, pude ver colas enormes de chavales en evidente estado etílico esperando su turno para acercarse al coma lo antes posible.
Ya en el parque la visión era una mezcla aberrante. El macrobotellón finés en estado puro: por un lado miles de extraños seres beodos cayendose por el cesped, por otro un halo de urbanidad desconcertante que llevaba a la gente a llevar sus propias papeleras portátiles…muñecos hinchables de 1 metro de altura que entre sus manos tenían un espacio para acoplar una bolsa de basura. Que gente.
La verdad es que no me veía capacitado para integrarme en esa bacanal en la que todos me llevaban muchas horas de ventaja, así es que me distraje viendo a algunos que bailaban torpemente con continuas caídas al suelo, y me volví paseando hacia el puerto por las orillas del báltico.
De vez en cuando me encontré con grupos incontrolados de chavales muy jóvenes echando carreras con carros de supermercado. Algunos incluso rompieron botellas y estamparon el carro contra un escaparate de un local vacío. Menos mal, estuve a punto de pensar que los finlandeses eran extraterrestres camuflados.