sábado, 10 de enero de 2009

Niños voladores en la India.






Sabal, nuestro conductor en la India nunca se salía del guión. Una de las cosas que mas me incomodaba era el hecho de ver que los restaurantes de carretera en los que parábamos siempre tenían 2 entradas, la de los turistas y la de los guías y conductores. Por mucho que insistimos no hubo manera de convencerle de que preferíamos comer con él. Las normas dicen lo contrario, y saltárselas podría acarrearle problemas.
Pero al llegar a Jaisalmer, junto al desierto de Thar, conseguimos convencerle de ir a cenar juntos, y se animó. De modo que para celebrarlo nos alejamos de las zonas de turistas, y aparcamos en una colina de un barrio de las afueras desde la que se veía un espléndido atardecer.
Sabal bajó del coche y en 1 minuto regresó con cervezas, unas enormes botellas de medio litro suficientemente frias como para hacernos felices. –Yo invito-, dijo. Nos ubicamos cómodamente en los asientos del todoterreno y fuímos dando buena cuenta de la cerveza. A todas estas, la curiosidad de los niños del barrio iba in crescendo,… unos señores de aspecto extraño apostados en un lateral de la plaza, o lo que aquella explanada fuera, bebiendo cerveza. Sabal nos explicó que estaba prohibido beber alcohol en la calle, de modo que desde dentro del coche, con las ventanas abiertas para combatir el fuego ya remitente del cercano desierto, vimos como los niños habían empezado a rodearlo y nos enseñaban sus huesudas manitas por las ventanas gritando palabras incomprensibles en actitud cada vez mas acalorada. Una creciente incomodidad nos sobrevenía. Finalmente Sabal se enfadó y les dio un par de voces no demasiado efectivas. El pequeño tumulto era ya foco de atención de todo el barrio,de modo que ya una veintena de chavales nos rodeaban entre risas. Sabal incluso salió del coche increpándoles cuando sin excesiva violencia los chavales golpeaban la carrocería, aunque sólo tuvo un efecto momentáneo, ya que en medio minuto volvían a rodearnos, cada vez mas ruidosos, metiendo sus manos por el hueco de la ventanilla que nosotros íbamos subiendo cada vez mas.
La situación digna de los hermanos Marx tuvo una continuación bastante simpática cuando Sabal , con un inglés muy limitado, nos consiguió explicar que lo que querían los niños eran los cascos de las cervezas. Apuré el último sorbo de mi botella y la saqué de improvisto por la ventana con un efecto parecido al de los documentales sobre fauna amazónica, cuando algún desdichado animal cae en las aguas infestadas de pirañas. Mi mano resulto ilesa.
El afortunado que se hizo con la botella esprintó con cara de satisfacción hasta el mismo tenducho donde Sabal había comprado las cervezas, dudo de que el mismísimo Usain Bolt le hubiera podido dar caza en tan rauda carrera. En unos segundos salió de nuevo con una sincera sonrisa y una especie de “flas” casero de fresa, algo dulce y helado de color rojo metido en una especie de bolsa que no me atrevo a etiquetar.
La envidia corroía tal vez a sus compinches que miraban alternativamente al coche y al afortunado, pero aún teníamos 5 botellas casi vacías, de modo que fuímos apurándolas y sacándolas por las ventanas en una vorágine de gritos, risas y carreras. Unos volvían con caramelos y chucherías varias, otros con los “flases” de color rojo.
Llamó nuestra atención un niño mas pequeño que los demás, que fué repetidamente incapaz de coger ninguna botella pese a las evidentes trampas y guiños de complicidad que le hicimos, pero así es la ley de la calle, ya tendría tiempo de crecer y ganarse su puesto.
Para acabar de componer la curiosa escena se apróximaron al coche unas cuantas niñas, mas mayores, y mas altas con la intención de vendernos unos collares y colgantes variados que no parecían precisamente oro de 24 kilates.
Mientras nos ofrecían sus mercaderías unas enormes moscas empezaron a meterse en el coche acompañadas de unos pestilentes hedores cuyo origen rápidamente pudimos localizar. Las niñas llevaban en equilibrio sobre la cabeza unos cuencos de mierda de vaca prensada que una vez seca se convertiría en combustible para las estufas de sus familias. La altura de las niñas parecía maléficamente predestinada a dejar los cuencos a la altura de la parte abierta de nuestras ventanillas, de modo que entre toses y risas tuvimos que salir del coche medio intoxicados.
Le compramos a la vendedora mas avezada todo el puñado de baratijas por 2 dólares, que es lo que nos pidió por ellas, a condición de que se llevaran sus otras “mercancías” lo mas lejos posible.
Y nos pusimos a hacerle fotos a los niños, quienes posaban dando patadas de karate, disparando pistolas imaginarias, simulando beber cerveza de la última botella vacía…cuando vieron en la pantalla de la camara digital sus fotos saltaban de alegría…pero pensé que no tenía mucha pinta de poderselas mandar por e-mail, de modo que para despedirnos, intentando que no me vieran, me metí en el tenducho y compré por 2 dólares una enorme bolsa con chucherías variadas que repartimos entre el alborozo general. Esta vez si que hicimos trampa y le dimos al pequeño mas que a los demas.
Ya estábamos despidiéndonos y haciendo las últimas fotos a los que aún no habían tenido su momento cuando una vaca amparada en la ya incipiente oscuridad cabeceó sin miramientos al pequeño y lo mandó 3 metros mas allá. Quizás el pequeño no era tan rápido como los demás, pero había asido las chucherías con la suficiente fuerza como para que no se le cayera ni una…se levantó del suelo, volvió a donde estábamos y sonrió.

7 comentarios:

CCMS dijo...

gran redacción, por el contenido conmovedor a la par que ilustrativo, y por la literatura empleada. Me gusta.

moncho dijo...

Gracias por tu post CCMS, los comentarios positivos animan. Sólo siento no tener tiempo suficiente para poder escribir con mas dedicación.

M.Eugenia dijo...

Muy buen post, la verdad es que India tiene ese algo especial que a mi me engancha, las sensaciones que viví allí igual que lo que relatas son realmente enriquecedoras.
Saludos

Unknown dijo...

pues yo digo que un sabio dijo una vez: "futbol es futbol" y si viajas por el mundo y yo precisamente nos es que lo haya hecho en demasía pero puedo decir aquello de "India es India" o "India es así". la verdad es que es algo alucinante. lo más increíble que he visitado de momento
XXX

Ana Trigo dijo...

Fantástico artículo, Moncho. La alegría de los niños es algo universal, afortunadamente. Seguro que el pequeño os recordará de por vida.

Saludos!

Anónimo dijo...

moncheeee... bajate "slumdog millonaire" la ultima de danny boyle ambientada totalmente en la India...

eL KoProFagO dijo...

Hola Moncho, está muy bien el blog. Ahora te pongo un enlace. CHICHO