viernes, 1 de enero de 2010

La barca voladora de Chiang Mai


Chiang Mai es una ciudad tranquila, grande pero tranquila. Llena de interesantes templos, mercados coloristas, y una variada vida nocturna. Lo mismo tropiezas con un Chill-out casero con música electrónica y alfombras llenas de hippys-solo-para-agosto, que con un guitarrista feo y enjuto que va desgranando versiones de clásicos del rock hasta que delata sus limitaciones masacrando el riff del “sweet child of mine” de G’N’R.
Vale, es un riff difícil. En los bares de Chiang Mai hay carteles donde reza “Prohibido fumar. Multa de 5000 Baths”, pero los posaderos te reciben con un cenicero en la mano haciéndote ver que los carteles son mero atrezzo. Mira, ahora se me ocurre que ya tenéis otra razón para visitar Thailandia. Con un poco de suerte de aquí a nada tendréis que ir allí a apestar a la gente con vuestros humos.

Aparte de esto en Chiang mai montan excursiones con muy mala pinta, elefantes que pintan cuadros con la trompa en un campo de entrenamiento, tribus de mujeres con el cuello alargado por aros decorativos,…un toque de disneylandia en medio de la selva.
Aún así decidimos hacer algo más que escuchar al guitarrista feo, y contratamos una excursión que evitaba las atracciones mas escabrosas, y tan solo proponía un paseo en elefante por la selva, un descenso en rafting, y un paseíto final en junco rio abajo. De modo que pagamos nuestros miserables 12 o 13 $ por cabeza, comida incluida.
El tema de los elefantes tuvo su gracia, pero lo realmente divertido ocurrió después. Tan solo 4 personas íbamos a hacer el rafting, de modo que los organizadores decidieron economizar en transporte y nos propusieron una actividad no anunciada, que a la postre se convirtió en el gran éxito del viaje.

-Sr organizador: Creéis que podríais subir al techo de ese 4x4 y colocaros dentro de la barca?
-Yo: Si, claro, será divertido
-Sra organizadora: Pues dejad dentro del coche cualquier cosa que se pueda mojar, incluyendo dinero, cámara, y ropa…solo en bañador. Y poneos estos cascos naranjas del año 86 y estos salvavidas naranjas que aún no hemos datado con el carbono 14.
-Yo: a sus órdenes, Frau organiser!

Lo curioso fue que tras prepararnos, y con un look verdaderamente lamentable, nos encaminamos de nuevo hacia el 4x4, y oh!, sorpresa! Habían colocado encima, no una sino dos barcas hinchables, de modo que subimos hasta allí y nos emplazamos a unos dos metros y medio de altura dentro de una barca, que estaba atada sobre otra barca que estaba atada a la baca de un 4x4 digno de un agricultor zamorano mayor de 65 años.
A mí me pareció divertido. A Mar y a Maria también. A Chechu no demasiado.
El 4x4 ascendía por un camino siguiendo a un perro que parecía conocer el terreno a la perfección. Probablemente sería el que les ayudaría a excavar nuestras fosas caso de que cualquier bache nos hiciera salir volando. No tenía mucha pinta de que los señores organizadores hubieran contratado el seguro de actividades peligrosas de Mapfre Vida.

En esas empezó a diluviar. Un diluvio bueno y corto, de agua caliente como siempre ocurre en esas zonas. Las carcajadas acompañaban el estruendo de las gotas golpeando sobre la goma inflada, mientras nos asíamos lo mejor posible a las cuerdas que bordeaban la barca voladora. Chechu recordó que su madre le había propuesto ir a Marina D’or en vez de a Thailandia…”¿Por qué no le habré hecho caso a mi madre?” decía el condenado. Paró de llover y salió el sol. Llegamos al punto de salida del rafting, y no había rastro de fosas. El perro correteaba entre el 4x4 y un chamizo de palmas que hacía las veces de oficina improvisada.

El rafting en sí también fue divertido. Principalmente porque Chechu, como claro protagonista del día, perdió un “palo”, que por lo visto es como llaman en Úbeda a los remos, en el momento más delicado del descenso. Evidentemente la empresa no se podía permitir una perdida tan significativa, de modo que entre una locura de instrucciones tipo: “forward, forward” “back”, “right”, ”fooorwarrrd” , 2 señoritas, un Tailandés de la etnia “Hmong”, un señor de Úbeda desprovisto de su “palo”, y yo mismo, remontamos un tramo del rio Mae nam ping para recuperar el preciado utensilio. No obstante, la peculiar hazaña nos obligó a bajar los rápidos por un sitio mucho más peligroso, pero para eso llevábamos un completo equipamiento de seguridad y nos guiaba un capitán que de haber vivido en el siglo XVI hubiera cambiado el curso de la historia si le hubieran dejado sustituir al Duque de Medina Sidonia al mando de la Armada Invencible.

Llegamos con todos los palos, sanos y salvos, y acabamos la excursión flotando sobre el agua en un sencillo junco que nos llevó hasta nuestro querido 4x4, donde, esta vez sentados en los asientos como aburridos turistas del montón, regresamos a Chiang Mai para tomarnos unas “Chang” de medio litro escuchando al guitarrista feo, que todavía no se había aprendido el riff, aunque le salía un poco mejor.